Zaragoza y el cine
Zaragoza y el cine artículo de Vicky Calavia, publicado en El Periódico de Aragón el 12 de octubre del 2011, en el especial Fiestas del Pilar.
Aquí el texto completo:
Zaragoza y el cine
En el año 1896 la familia Jimeno, padre e hijo, rodó en Zaragoza la que algunos historiadores afirman que fue la primera película del cine español, Salida de misa de doce del Pilar. Desde estonces esta comunidad ha aportado al séptimo arte figuras insignes a nivel internacional como el pionero del cine de animación Segundo de Chomón, el maestro del cine mudo Florián Rey, los inclasificables por geniales Luis Buñuel, Carlos Saura y José Luis Borau, o incluso artistas de culto como Antonio Artero y Maenza. A esta nómina de ilustres se suman otros nombres no menos brillantes de actores y actrices como Raquel Meyer, Fernando Sancho, Mayrata O`Visiedo, Joaquín Dicenta, Antonio Garisa, Fernando Esteso o Paco Martínez Soria, de fotógrafos como José María Beltrán o Víctor Monreal, de productores como Eduardo Ducay o Ramón Acín, de músicos como Antón García Abril o Daniel Montorio y de guionistas como Alfredo Mañas, Emilio Alfaro, Santiago Lorén o Julio Alejandro. La lista de autores que a lo largo del siglo XX y XXI ha continuado esta estela es impresionante, tanto que a día de hoy se mantienen en activo al año más de cien directores, amén de todos los realizadores y técnicos que trabajan en productoras y televisiones.
En este marco de pasión por la imagen los festivales y muestras tienen un papel esencial en la difusión de las producciones que se llevan a cabo anualmente. Existen alrededor de treinta eventos audiovisuales en la comunidad de los que la mitad tienen lugar en Zaragoza (capital y provincia), y los restantes se reparten equitativamente entre Huesca y Teruel. Esta elevada actividad de exhibición cinematográfica tiene su origen en la proliferación de cine-clubs y tertulias alrededor del mundo de la imagen que surgió en Aragón en los años 40 y que continuó su andadura a lo largo de las décadas de los 50, 60 y 70, para reconvertirse paulatinamente en certámenes en las dos últimas décadas del siglo XX y comienzos del XXI.
Pero tanta genialidad y vocación audiovisual no consigue ocupar ese más que merecido puesto en la industria cultural de la ciudad y por extensión de la comunidad, ya que algunos estamentos continúan siendo opacos hacia el hecho cinematográfico como un factor de crecimiento y de trabajo, como una industria que aporta activos e ingresos, siempre que esté apoyada por unas subvenciones a la altura –Aragón está a la cola en materia de ayudas al cine a nivel nacional-, por una televisión autonómica que desde su existencia ha hecho un gran esfuerzo pero a la que aún se le puede pedir mucho más, por una oferta formativa completa y de alta calidad -sin menoscabo de las estupendas iniciativas que se llevan a cabo desde entidades como CTA, CPA y diversos ámbitos universitarios-, por un apoyo decisivo de la empresa privada a través de iniciativas de fomento a la creación, y porqué no, por una apuesta de los propios ciudadanos, puesto que empezar a entender que la cultura es un bien que cuidar y proteger porque nos hace más libres y mejores, es empezar a valorarla en términos -aunque sea simbólicamente- económicos.
La ciudad de Zaragoza, cada vez más hermosa en su madurez, se enfrenta a unos retos que puede y debe solventar en materia de cine. Como el Centro de la Imagen, cuya promesa sigue siendo una gran esperanza que se demora año tras año y que debería aspirar a ser el centro neurálgico de un archivo audiovisual actualizado y digitalizado, con salas de exhibición, espacios para el encuentro de festivales y profesionales del sector (productores, gestores, técnicos, artistas visuales,…), un centro de formación a nivel internacional en materia de cine y nuevas tecnologías, un centro expositivo que muestre las nuevas tendencias de la imagen en relación con otras disciplinas –escénicas, plásticas, musicales,…-,… Otra asignatura pendiente es la expansión e internacionalización de contenidos a través de una red digital de comunicaciones donde los creadores puedan realizar intercambios de experiencias. Conocer y ser reconocidos, más allá de nuestro hábitat, es fundamental para crecer y enriquecer la propia visión artística.
En época de bonanza o de crisis la oportunidad de enfrentarse con sensatez, rigor y trabajo a un campo tan imprescindible para la vida actual como es el audiovisual, y conseguir darle forma y fondo desde la base para ir creciendo paso a paso, sin prisa pero sin pausa, se impone como una actuación inevitable que resquebraje al fin la incomprensible y continua inercia al inmovilismo que tan poco favorece a un arte dinámico por definición, la imagen en movimiento.
Vicky Calavia, gestora cultural audiovisual